Esta fragmentación política beneficia a Milei, quien busca polarizar la política argentina y minimizar el espacio para proyectos alternativos. Sin embargo, esta estrategia también genera riesgos, como la inestabilidad política y la incertidumbre económica.
El Gobierno se beneficia: mientras el PJ y la UCR aparecen atados a sus batallas, Milei apuesta a la grieta.
La fractura del bloque de diputados radicales y las disputas internas en el peronismo han expuesto el deterioro de los dos partidos políticos tradicionales de Argentina. El oficialismo considera que esta situación es favorable para Javier Milei, ya que la hiperfragmentación política puede beneficiar su discurso agresivo de la grieta. Sin embargo, esta situación también plantea desafíos legislativos y de estabilidad política, especialmente en el contexto electoral y las relaciones con organismos internacionales ¹.
La crisis política actual se caracteriza por la polarización y la fragmentación, lo que puede afectar la capacidad del gobierno para abordar los desafíos financieros y de inversión. El oficialismo busca afirmar su sostén político y reducir la incertidumbre en el proceso electoral. Al mismo tiempo, Milei busca explotar las fisuras en otros espacios políticos para sumar apoyo en una batalla política cada vez más polarizada.
La fragmentación política en Argentina plantea desafíos para el gobierno. El radicalismo se ha dividido en dos bloques en Diputados: el UCR con 21 integrantes y «Democracia para siempre» con 12, que disputan la marca partidaria. El UCR se considera aliado del oficialismo, mientras que «Democracia para siempre» lidera la oposición dura junto con el peronismo/kirchnerismo.
Esta división permite a la oposición impulsar proyectos contrarios al gobierno para forzar vetos presidenciales. Sin embargo, el oficialismo y sus socios pueden sostener estos vetos. Este escenario dificulta acuerdos razonables, como los necesarios para el Presupuesto 2025.
Además, las elecciones alimentan disputas internas en todos los partidos políticos, incluido el oficialismo. Estas luchas internas pueden generar inquietud institucional y enviar señales negativas al exterior. La estrategia del presidente Javier Milei de explotar las fisuras en otros espacios políticos para sumar tropas en una batalla política es un factor clave en este contexto.

El oficialismo logró calmar las tensiones internas en los bloques legislativos, pero ahora enfrenta desafíos en el Gabinete, especialmente con el manejo del círculo cercano de Olivos y las acciones de Karina Milei y Santiago Caputo.
La oposición, liderada por Cristina Fernández de Kirchner, se encuentra en crisis. Kirchner forzó una pelea por un cargo que no le interesa, ya que siente que su liderazgo en el peronismo/kirchnerismo está en peligro. Esta disputa ha expuesto divisiones dentro del kirchnerismo y en la provincia de Buenos Aires.
Los recientes carteles y pintadas en el Gran Buenos Aires que dicen «Cristina Presidenta» sugieren que la batalla política va más allá de la conducción partidaria formal. Los comentarios de Máximo Kirchner indican que la candidatura presidencial no está asegurada para Axel Kicillof. Aunque no es claro si Cristina Fernández de Kirchner se presentará a la presidencia, su influencia será central en la discusión.
En el radicalismo, la carrera electoral y la lucha interna por el poder también están presentes. La convergencia de Martín Lousteau, Enrique Coti Nosiglia y Facundo Manes en Diputados plantea interrogantes sobre el futuro del partido. Los gobernadores radicales y sus movimientos en el Congreso serán clave.
Mauricio Macri, en el PRO, ya está abordando estos temas en su estrategia partidaria y relación con Milei. La tensión en la relación con Patricia Bullrich agrega complejidad.
En este contexto, la polarización temprana en las elecciones busca minimizar espacios para proyectos alternativos, profundizando la grieta política y la fragmentación.


























